La editorial Debolsillo hizo una curiosa edición de los libros (de los 5 así editados, solo tengo 3), la curiosa edición es con la portada de los actores que encargan a Sherlock y Watson en la famosa serie Sherlock de la BBC.
Pues bien, a parte de las portadas, los libros tienen unas introducciones geniales, que he transcrito porque mis Sherlockies de WhatsApp me pidieron si les hacía el favor de transcribir las que tenía.
Pues aquí os dejo las introducciones de los libros que tengo. Disfruten porque son muy buenas y entretenidas.
El Signo de los Cuatro:
Introducción de Martin Freeman:
Introducción de Benedict Cumberbatch:
Introducción de Steve Thompson:
Pues bien, a parte de las portadas, los libros tienen unas introducciones geniales, que he transcrito porque mis Sherlockies de WhatsApp me pidieron si les hacía el favor de transcribir las que tenía.
Pues aquí os dejo las introducciones de los libros que tengo. Disfruten porque son muy buenas y entretenidas.
El Signo de los Cuatro:
Introducción de Martin Freeman:
-
Martin, quieren que participes en una adaptación
moderna de Sherlock Holmes.
Ahí es nada.
En mi cabeza
saltaron todas las alarmas. ¿Qué significaba “moderna” en términos televisivos?
¿Deducciones en forma de rap? ¿Holmes y Watson recorriendo las calles de
Londres en un Lexus para encontrarse con Lestrade, una lesbiana en silla de
ruedas que almuerza drogas duras?
De hecho, si
hacemos caso a lo que dijeron en Daily Mail sobre la serie, eso es precisamente
lo que hicimos. Pero me voy del tema… Lo que me daba miedo era la idea de que
Holmes se convirtiera en algo guay. Y no en un guay bueno, sino en un guay
televisivo, que como todos sabemos, precisamente de guay no tiene nada. Y
también me daba cierto miedo que la historia se alejara demasiado de la
original sin (lo has adivinado), haberme leído ni un solo de los relatos
originales.
¿Conan Doyle?
Vale. ¿El perro de los Baskerville? También. (Soy capaz de ver cualquier
versión que me echen.) ¿Rathbone y Bruce? Por supuesto. (Mi primer contacto con
Holmes y, en opinión, todavía hoy brillante.)
La buen
noticia (sí, sí, además de Moffat y Gatiss, ahora voy a ellos), era que querían
a Benedict Cumberbetch en el papel de Holmes. Vale, me gusta cómo suena eso.
Siempre he admirado su trabajo y no me costaba imaginármelo de Sherlock. Pero
querían que yo fuera Watson. ¿Era bueno para mí? ¿El papel era interesante?
Nunca me ha gustado la idea de pulular por los límites del plano mientras otros
se llevan los aplausos.
Además, con
todos mis respectos hacia Neil Bruce (mi Watson particular), él tenía unos 731
años más que yo cuando interpretó el papel, o al menos los aparentaba (eran los
viejos tiempos; seguramente no tenía más de veintiséis),
Así que un
día me llegó mi guion y de pronto todo, y cuando digo todo es todo, encajó. El
tono, el ritmo, la relación entre Sherlock y Watson, el equilibro entre la
acción y lo que yo llamo “diálogo”; todo salió despedido de sus páginas y me
conquistó Y no es que me sorprendiera, porque Steven Moffat y Mark Gatiss son
muy buenos guionistas y muy, muy respetados. No obstante, Watson era mucho más
activo de lo que me esperaba. ¿De verdad lo habían hecho? ¿Habían eliminado el
discreto pulular de los límites del plano para transformarlos en un sonoro
¡bum!?
Bueno, en
realidad no. Quiero decir que lo que Steven y Mark han hecho como escritores
con Sherlock es, en mi humilde opinión, cuando menos milagroso. Sus inventos e
innovaciones rayan en lo genial, si es que tal cosa existe. Sin embargo, el
material de Conan Doyle, como enseguida descubrí, era mucho más “moderno”,
menos anquilosado, de lo que yo había imaginado.
John era un
médico del ejército licenciado por invalidez durante la guerra de Afganistán,
como el Watson original. Era un hombre físicamente capaz, igual que en los
relatos originales. Como he dicho antes, por aquel entonces no había leído a
Conan Doyle, pero en cuanto firmé por el papel de John, empecé a familiarizarme
con los originales. Aún hoy sigo haciéndolo. Hay cosas que es mejor tomárselas
con calma y, gracias a Dios, hay mucho material que revisar.
Como
historias, los relatos de Doyle piden a gritos ser llevados a la gran pantalla
(no es casualidad que lo hayan sido en infinidad de ocasiones, mucho más que
cualquier otra ficción que se me ocurra). Y no solo porque los argumentos son
tan inteligentes, que lo son, p porque los personajes estén tan bien
construidos, que también. ¡Los diálogos son geniales! Cuanto más leo, más
reconozco, en varias adaptaciones para el cine y televisión, líneas completas
de los diálogos de Doyle a las que no se les ha tocado ni una coma. Tienen
fuerza. Y una agudeza sorprendente. El libro que tienes entre las manos es un
buen ejemplo de ello.
Solo te diré
que aparece Mary Morstan, lo cual es una buena noticia para John Watson. El
resto puedes descubrirlo, y disfrutarlo, por ti mismo.
Martin
Freeman.
El perro de los Baskerville:Introducción de Benedict Cumberbatch:
-
Señor Holmes, ¡eran las huellas de un perro
gigantesco!
Una gran
frase.
Fin.
Un momento,
¿quieren que escriba una INTRODUCCIÓN para El perro?
(Si fuera un
musical, podríamos llamarlo así: ¡El perro! Un musical… Pues no es mala idea…
¡CONCÉNTRATE, Cumberbatch!)
¿Es esto una
estrategia de Martin Freeman para que en breve la serie sea rebautizada John?
Al fin y al cabo, estamos hablando de una de las historias más conocidas, sin
duda la más terrorífica de todas. Y, sin embargo, la usencia de Holmes durante
seis de los quince capítulos es, cuanto menos, notoria. Pero, ¿por qué?
¡Porque es
evidente que es un perro! Perdón por el spoiler…
Sherlock lo descubriría
demasiado rápido. Solo tendría que buscar al perro más grande del vecindario, y
estaríamos de vuelva al 221B a tiempo para abrir el mueble bar y encendernos
otro puro. Y de todas formas, ¿no es eso lo que debería hacer Mark Gatiss? Él
se ha encargado de escribir nuestra versión ¡y tiene perro! Bunsen, por más
señas. Aunque para ser justos con Mark (y con su perro), a Bunsen no le brota
“fuego de la boca abierta” (a menos que la noche anterior haya comido arenques
en mal estado), ni tiene “un brillo apagado en sus ojos”, ni “el hocico, la
papada y el cuello” iluminados por un “fulgor intermitente”. Lo que sí hace es
babear cuando se hecha sobre la espalda para que le rasques la barriga…
Descubrí
tarde a Sherlock Holmes. Llegué a él hará unos tres años y a día de hoy todavía
no me ido. Eso sí, lo he leído todo, per al principio, cuando no era más que
eso, un principiante, tuve que confiar en los mayores fans de Holmes que
conozco, Steve Moffat y Mark Gatiss. Dejé que guiaran mis instintos para interpretar
al detective más famoso de la historia. Afortunadamente para mí, lo suyo no era
un farol y resultaron ser dos de los mejores escritores de Gran Bretaña. Empecé
por el principio y ya en Estudio en escarlata me di cuenta de que los libros
son el punto de partida perfectos para cualquier caracterización. Hacen que
interpretar a Sherlock sea un auténtico regalo.
El doctor
Watson es, tal y como exige su profesión, una persona muy observadora. (Bueno,
ve aunque no siempre observe, como Holmes le recuerda con frecuencia.) Pero
como personaje que, sobre el papel, dota a Holmes de vida, Watson es brillante.
La lectura y la investigación fueron ganando ritmo, así como mi amor por todo
lo relacionado con estas increíbles historias. Me siento afortunado al decir que
mis deberes consistían en leer toda la obra de Holmes. ¡Ah, la dura vida del
actor!
Watson nos
regala una temprana y maravillosa descripción del físico de Holmes: “Mientras
lo observaba, no pude evitar, pensar en un perro de caza, de pura raza y bien adiestrado,
que avanza y retrocede entre los
matorrales, gañendo con impaciencia, hasta encontrar de nuevo el rastro
perdido”. Más adelante Holmes se describe a sí mismo como “soy uno de los
perros de la jauría y no el lobo” y, como el perro de caza que persigue
excitado a su presa, a veces nos muestra el otro extremo de su comportamiento
canino en forma de ensoñación letárgica y casi depresiva junto a la chimenea
del 221B. Es justo decir que, a diferencia del mejor amigo del hombre, a menudo
alcanza dicho estado inyectándose una solución de cocaína al siete por ciento.
Hay muchos
perros en la obra de Holmes. Algunos ladran por la noche y otros no. En “La
corbeta de Gloria Scott” descubrimos que Holmes es atacado por un bull terrier
¡y necesita diez días para recuperarse! También tenemos al curioso Toby, mezcla
entre spaniel y lurcher (lo cual nos deja medio spaniel, un cuarto de galgo y
otro cuatro de collie, ¿no? ¡CONCÉNTRATE, Cumberbatch!). Sea como fuere,
olvidemos la imagen de una hembra spaniel siendo fecundada por un lurcher (suponiendo
que fuera así; creo que en este caso en particular, el tamaño se impone) y
concentrémonos en que Holmes prefiere “la ayuda de Toby a la de toda la policía
de Londres”.
Pero solo hay
un perro verdaderamente importante en todo el canon sobre Holmes. Y avanza con
paso siniestro entre las brumas de Dartmooor. ¡La vieja maldición de la familia
Baskerville!
El primer
recuerdo que tengo de esta estupenda historia es alguien leyéndomela en voz
alta. Un profesor, quizá, o mi padre, siempre tan entregado. Recuerdo el miedo
que me daba el elemento fantasmagórico del relato, aunque sabía que nuestro
héroe acabaría con las telas de araña de la superstición gracias a su
incansable búsqueda de la lógica. Pero ¡un momento! El doctor, Watson es
enviado a Dartmoor… ¡solo! En la reciente versión para la serie Sherlock de la
BBC, pasamos bastantes días lejos de Londres, escapando de la ciudad en busca
de otro gran personaje de esta historia: Dartmoor. Sus paisajes son increíbles.
Suaves colinas y valles abriéndose paso entre la majestuosidad del páramo, y
vistas que parecen no tener fin bajo las últimas luces del día. Cuando se pone
el sol, la temperatura desciende rápidamente y el paisaje se transforma hasta
convertirse en algo extraño y desértico. Este es el lugar inhóspito, aunque
hermoso, que Conan Doyle convierte con mano experta en un paisaje de pesadilla
de colinas rocosas y niebla. Un ruido se acerca. Sientes una presión en el
pecho. Te domina el miedo a lo que pueda haber más allá de tu mano. De pronto
se escucha un aullido lejano… Transmite tanto dolor, tanta desesperación, que
no puedes reprimir un escalofrío. ¡La llamada de una bestia vengativa y hambrienta!
Si esta es tu
primera vez, bienvenido seas. Has de saber que te envidio por las emociones que
te esperan en las páginas siguientes. Si, en cambio, eres un viejo amigo,
¡perdóname por entretenerte! Señoras y señores, con ustedes el caso más famoso
y admirado de Sherlock Holmes, y su aventura más terrorífica y evocadora: El
perro de los Baskerville.
¿Ha salido
bien? ¿Puedo repetirlo? ¿Qué quiere decir que no es como cuando rodamos…?
¡Vaya!
Benedict
Cumberbatch.
Las Memorias de Sherlock Holmes:Introducción de Steve Thompson:
Todo
entusiasta de Holmes recuerda su primer encuentro con el personaje. El mío tuvo
lugar en julio de 1977.
Tengo diez
años (el típico chaval de los setenta, con su jersey de lana ajustado, sus
pantalones de campana y un corte de pelo salido del mismísimo infierno). Mi
padre nos ha llevado de vacaciones a Cumbria. Hace un tiempo horrible. Nos
alojamos en un granero reformado: recordemos que, por aquel entonces,
“reformado” era sinónimo de un leve lavado de cara. Mi hermana y yo nos morimos
de aburrimiento después de pasarnos toda la tarde mirando la lluvia y quejándonos
constantemente por la falta de distracciones, y apenas llevábamos un día. Lo único que nos salva es el televisor en
blanco y negro que hay en una esquina de nuestro dormitorio, cuyas paredes
están llenas de manchas de humedad. En la BBC Dos están haciendo un ciclo de
Holmes con todas las películas de Rathbone y Bruce. Cada noche dan una
diferente. Esa es la primera vez que me encuentro con el personaje. En un viejo
televisor portátil. En un granero.
Basil Ratbone
es la personificación de Sherlock Holmes. Sus modales refinados, el perfil
noble, la voz tan rica y llamativa. Me siento frente al televisor hechizado,
sumido en un trance ante la elocuencia del genio. Nunca he visto nada como él.
Es capaz de descubrir que se ha cometido un crimen por una mancha de pintura en
la cabeza de un tornillo. Puede deducir toda la vida de un hombre a partir del
metal gastado que remata el extremo de su bastón. ¡Yo también quiero hacerlo!
Por primera vez el intelecto me parece algo chulo, algo sexy, Sherlock Holmes me
arrastra a un mundo peligroso y exótico, un mundo en el que los villanos no
solo te aporrean, sino que primero te envían pepitas de naranja para ponerte
nervioso. (Todavía lo recuerdo como si fuera ayer, temblando en el sofá, viendo
Sherlock Holmes desafía la muerte, el thiller basado en la quinta historia de
este volumen, “El Ritual de los Musgrave”).
De pronto me
olvido de la tranquila majestuosidad de los lagos de Cumbria y espero con
impaciencia la hora de volver al granero todas las noches y encender el
televisor. Sherlock Holmes es el tipo con el que me gustaría pasar el rato. De
hecho, quiero ser él. Mi hermana y yo nos convertimos en Holmes y Watson,
deseando descubrir a cualquier criminal que ponga los pies en esta alejada zona
rural con la intención de esconder una perla robada o de partir la columna de
su próxima víctima. El crimen nunca ha sido tan glamuroso. Ayer quería formar
parte de una banda de rock, hoy quiero ser detective. Al parecer, o eso es lo
que dice mi padre, las películas están basadas en libros, así que cuando se
acaban las vacaciones reúno toda la calderilla que conforman mis ahorros y me
planto en la librería más cercana.
Todo
entusiasta de Holmes recuerda su primera recopilación de historias. La mía era
una gruesa antología de bolsillo, negra y roja. Conan Doyle me atrapó en la
primera página y aún hoy sigue sin soltarme.
Septiembre de
2008. Treinta y un años más tarde. Una cena con amigos. (Ahora asisto a cenas
porque ya soy adulto. A veces incluso llevo una botella de vino). Es en la casa
que Steven Moffat tiene en Londres. Steven, Mark Gatiss y yo y nuestras
respectivas parejas. Steven quiere hablarme de un proyecto para la televisión
en el que lleva un tiempo trabajando.
“Queremos
hacer una serie de Sherlock Holmes pero situándola en la actualidad.” Yo
asiento con entusiasmo mientras me pregunto si he oído bien. ¿Sherlock Holmes
en el SXXI? ¿Funcionará? Holmes está intrínsecamente vinculado a su época. El
suyo es un mundo de elegantes carruajes, nieblas perpetuas, lámparas de gas y
cifras secretas dibujadas con sangre en las paredes de una mansión gótica.
¿Puede Holmes ser arrastrado, entre gritos y patadas, hasta la era moderna?
Steven, muy
en su línea, se muestra emocionado con el proyecto; menciona las películas de
Rathbone, muchas de las cuales estaban ambientadas en la década de los
cuarenta. Si Rathbone lo había hecho, nosotros también podemos. ¿Quiero
escribir un episodio? Por supuesto. Y así, tres décadas de que Basil y yo nos
conociéramos, me invitan a coger la batuta y contribuir, por poco que sea, al
legado de Sherlock Holmes.
Me gusta
pensar que Doyle habría aprobado lo que hemos hecho con la serie. (Vale, el
proyecto sale de las mentes de Steven y Mark; yo solo me subo al tren después
de una agradable cena). Doyle fue un autor prolífico – escribió cincuenta y
seis relatos cortos y cuatro novelas para presentarnos al detective más
elegante de la historia de la literatura – pero tuve una relación ambivalente
con su creación. Nunca se mostró posesivo con el personaje. Holmes empezó como
una forma de completar sus ingresos como médico: 50.000 palabras enviadas a sus
editoes, Ward y Lock, que le pagaron veinticinco míseras libras por los
derechos de autor y las publicaron en su almanaque navideño. Doyle entregó su
deslumbrante creación al mundo, pero fue el mundo quien creó el mito. Sherlock
Holmes fue sometido a incontables interpretaciones, algunas contemporáneas a
Conan Doyle, que jamás tuvo un solo problema con ellas.
El gorro de
cazador es el ejemplo más evidente. No se menciona en ninguna sola vez en los
relatos que estás a punto de leer (tampoco en los anteriores ni en los
posteriores). Sydney Paget, el ilustrador del The Strand Magazine, sentía
debilidad por este tipo de sombrero y fue el primero en representar a Holmes
llevando uno. “Elemental, querido Watson” es la frase que más se asocia a
Holmes, aunque Conan Doyle nunca la utilizó. (El detective exclama “¡Elemental!”
cuatro veces en sus relatos, pero eso es todo.) La pipa curvada es un añadido
posterior, adoptado por un actor que representaba a Holmes en el teatro.
Prefería la pipa de espuma de mar a un modelo más rectilíneo porque era muy
patoso con el atrezo y le resultaba más fácil de sujetar. Resumiendo: ni gorro
de caza, ni pipa, ni frase para la posteridad.
¡Y los
errores! ¿Cuántas esposas tuvo Watson? Entre una y cinco; el texto es
alarmantemente inconsistente a este aspecto. Y su herida de guerra. Unas veces
era en el hombro y otras había descendido hasta la pierna. Lo cierto es que
nunca nos ha importado. O ni siquiera nos hemos dado cuenta. Cegados por la
genialidad de los personajes y sus aventuras, nunca nos detenemos a cuestionar
tales minucias.
Así que no
creo que a Doyle le hubiera importado que nos hayamos tomado ciertas libertades
con su creación. Estaba acostumbrado. A la obra de Shakespeare se le ha
infundido un nuevo vigor gracias a su interpretación moderna. La grandeza de la
obra de Doyle reside en que, despojado de las lámparas de gas, de la niebla y
de las lúgubres mansiones, sigue siendo, sin lugar a dudas, Sherlock. Su voz
siempre se oye por encima del rumor.
El último
relato de este volumen se titula “El problema final” (Atención: si no quieres
saber qué pasa, sáltate el resto de esta introducción. Lo digo enserio.) El
profesor Moriarty lucha con Holmes al borde de un precipicio en las cataratas
de Reichenbach, Suiza. La ilustración de Paget de los dos hombres pelando antes
de morir es, seguramente, una de las imágenes más perdurables del personaje.
Doyle mató su creación al final de estos relatos y, como no podía ser de otra
manera, provocó la ira de sus lectores.
A la puerta
de su casa de Londres llegaron sacos de cartas amenazándole. La prensa le
ridiculizó. Una ilustración de la época muestra a Doyle llorando sobre un
ataúd. Incluso llegó a denunciar el ataque de una mujer que le golpeó con su
paraguas en plena calle. Al fin y al cabo, era el hombre que había asesinado a
su querido Sherlock Holmes. Doyle abandonó el país para escapar de la ola de
protestas, pero pronto su resolución empezó a debilitarse. ¿Acabaría sucumbiendo a lo inevitable y
resucitando a Holmes? ¿Era tal cosa posible?
Desgraciadamente,
esta introducción no abarca los relatos que vinieron después. (No quiero
cargarme el final, seguramente ya sabes por donde voy. ¡Acabo de decirte que
hay más relatos!) Si Conan Doyle intentó por todos los medios mantener a su
héroe bajo tierra, quiero creer que perdonaría a las generaciones posteriores
por resucitarle con un atuendo diferente. Disculpará a Basil por ponerse un
sombrero de fieltro y enfrentarse a los espías nazis en el Londres de la
Segunda Guerra Mundial, todo en nombre de Sherlock. Y con un poco de suerte,
también nos perdonará a nosotros por los trajes de Westwood, los blogs, los
mensajes de móvil y por parches de nicotina.
Sherlock
todavía no puede ser enterrado: nos llama desde las gélidas profundidades de
las cataratas de Reichenbach. Pero todas nuestras variaciones serán siempre
eclipsadas por los exquisitos originales de Doyle. Disfrutarlos.
Steve
Thompson.
hola!
ResponderEliminarhabia oido hablar de sherlock homes aun nunca habia leido los libros!
te sigo!
te invito a k te pases por el mio:
http://mundossobretinta.blogspot.com
besos!
Esta maravilloso las introducciones! joder! yo quiero esos libros T0T
ResponderEliminarGracias por compartir las introducciones, las ame y para mi a pesar que vivo en latinoamericano ¿quien no a crecido o conocido al gran detective Sherlock Holmes? amaba cuando lo interpretaban en Viaje a las Estrellas y demás series, muchas gracias por esta fantástica y magnifica entrega <3